Esta inteligente frase de Robert Kiyosaki, nos pone en contacto con el poder de nuestros pensamientos .
Todos tenemos un máscara o personaje con la que nos presentamos al mundo y es a través de ella que hablamos y nos relacionamos.
La idea de máscara o personaje no alude a falsedad, si no a las conductas, actitudes y lógicamente palabras, que fuimos aprendiendo que eran necesarias para gestionar nuestra vida, o al menos eso creemos.
Hay personas que viven en mayor coherencia entre lo que dicen y hacen y lo que piensan y sienten. Otras en cambio están profundamente divididas. No siempre se es consciente de esta división. Damos por hecho que debemos responder a un modelo determinado, decir unas cosas adecuadas, mostrar unas ciertas actitudes, sin advertir que tienen poco que ver con nuestra verdad interior. Darse cuenta de esta doble identidad puede ser suficiente para por lo menos responsabilizarnos y elegir si deseamos o no continuar de esta manera.
También, y es muy importante, existen niveles de pensamiento.
Pensamientos conscientes e inconscientes, los segundos suelen ser estos susurros que determinan nuestra vida.
Un ejemplo: podemos tener una actitud decidida, emprendedora y repetir a los demás y a nosotros mismos cada día que somos seguros y triunfadores, pero existe una voz interna que en tono muy bajo dice que jamás llegaremos a ser como nuestro hermano que ha llegado tan lejos. Es solo un ejemplo muy evidente. Por alguna razón las cosas no funcionan o cuando logramos un éxito algo sucede que no lo podemos disfrutar. Lo que pasa es que ese pensamiento que se mantiene en la sombra, que aparece en algún sueño y al que no dejamos salir a la luz, tiene una gran fuerza. Una fuerza que nos mantiene atrapados.
Los pensamientos inconscientes son los suficientemente poderosos como para causar enfermedades no solo psicológicas , si no también enfermedades físicas. Todo aquello que nos es innaceptable para nuestros esquemas racionales, lo que no sabemos como encajar en nuestras vidas, se manifiesta de alguna manera y esta manera puede ser un dolor, una alergia, sensación de asficcia entre muchas otras.
Por eso es fundamental darse la oportunidad de ser honestos con nosotros mismos y brindar un lugar a esas creencias , esas voces que nos susurran , porque cuando las escuchemos claramente seguramente pierdan su poder.
También puede pasar al revés y que aunque creamos que carecemos de valor y digamos que no nos merecemos nada bueno, exista en nosotros una fuerza interior qué nos lleva al lugar indicado. En este caso también es saludable poderlo reconocer y abandonar un poco el personaje de “pobrecito de mi”