Como psicóloga, terapeuta, y como amiga o compañera de trabajo, tengo la oportunidad de escuchar a muchas personas cada día. Muchas de ellas, sobre todo los pacientes, pero también la gente con quien comparto el día a día, suelen quejarse, describir diferentes situaciones que les producen desagrado, malestar e incluso sufrimiento. Algunos tímidamente y otros con entusiasmo describen las diferentes realidades que les aquejan. Muchas de estas situaciones implican a otras personas con las que se relacionan o son conductas propias con consecuencias negativas.
Me gusta escuchar, se me da bien y me interesan muchísimo las personas, es por eso que frente a estas quejas o sensaciones negativas, suelo preguntar detalles para saber como funciona el problema y hasta que punto afecta a quien me lo explica. Luego suelo proponer algún punto de vista diferente, alguna posible solución. La respuesta muchas veces no es la esperada, su malestar parece justificado y avalado por el que lo sufre.
Lo curioso y lo que motiva este artículo, es la resistencia al cambio. ¿ porque nos cuesta tanto cambiar?
Cuando alguien se queja de una amistad, o de un vínculo laboral que le genera frustración o ansiedad, o por ejemplo por sus reacciones de ira, las posibilidades de realizar cambios son muchas y variadas. Desde tomar distancia, aclarar abiertamente la situación, realizar técnicas para reconducir la rabia, o cualquier otra más específicamente adecuada. Sin embargo suelo encontrarme con la respuesta “si pero no”, es decir, surge una gama importante de razones por las cuales las personas no ven claro realizar los cambios necesarios para modificar la situación, justifican sus reacciones, culpan a los demás, buscan todo tipo de excusas. Otras personas parecen aceptar un tanto asombradas la propuesta, pero luego no se ven con la fuerza de cambiar . Finalmente otras tantas insisten en que es el otro el que debería cambiar. Todas estas tendencias muy normales , ya que liberan de responsabilidad es decir dejan la pelota picando del otro lado.
Todo esto me ha llevado a pensar en un apego al sufrimiento o la queja. Cuando mantenemos algo en nuestra vida es porque cumple alguna función. Aunque parezca desagradable está ahí por algo.
Cuando un paciente se resiste a generar cambios en su vida, estoy en la obligación de pensar que eso que le duele o le molesta tiene un sentido, un sentido que es más fuerte que su deseo de quitárselo de encima. Entonces es necesario trabajar sobre ese sentido. Hay algún miedo, alguna limitación o algún pacto silencioso detrás de la posibilidad de no tener más esa espina en el zapato.
Muchos problemas o padecimientos llegan a formar parte de nuestra identidad, los llevamos con nosotros tanto tiempo, incluso desde la infancia, que inconcientemente no sabríamos vivir sin ellos. Incluso nos hacemos querer y ayudar por esas cosas que nos fastidian. Esta idea es irracional y se debe ir desactivando, sustituyendo el dolor por algo más productivo y vivificante.
Los problemas y síntomas pueden llegar a ser parte de la identidad de una persona y no es fácil renunciar a una parte de nosotros mismos. Detrás del miedo o resisencia al cambio hay un miedo a perder algo .
Pondré por ejemplo el trabajo, no nos gusta, nos sentimos injustamente tratados, no valorados, no soportamos a nuestros compañeros etc. Sin embargo y no olvido la crisis que estamos atravesando, nada nos impide enviar curriculums, formarnos, valorar la posibilidad de un emprendimiento, poner a prueba nuestras posibilidades y recursos para lograr una realidad mejor , sin embargo ahí nos quedamos estáticos y quejándonos. ¿Por que? porque esto nos garantiza un lugar seguro en el mundo, en ese lugar nos merecemos algo mejor que la vida no nos da.
Si salimos tendremos que demostrar nuestra valía
¿y si fracaso? ¿Que será de mi? ¿ si no soy capaz de sostener esta nueva actividad o situación?
¿ Y si mi familia ya no me quiere por no valorar mi fuente de ingresos?
¿Si ya no me quejo por el trabajo ¿ que problemas tendré que afrontar?
Y si mi padre no acepta que no quiera ser lo que el deseaba?.
Son muchas los pilares que sostienen el bloqueo al cambio, muchos de ellos no son fáciles de identificar funcionan a un nivel inconsciente. Estas preguntas se pueden trasladar a todos lo ámbitos de la vida, la pareja, los hijos, las amistades, el carácter, la sexualidad, a todos aquellos aspectos con les que podamos tenr un conflicto y no somos capaces de hacer nada por resolverlo.
Frente a este obstáculo primero de todo se debe tener respeto ya que todos en algún momento nos hemos resistido a cambiar. Respeto y cuidado. Por tanto se debe estar seguro que la persona desea cambiar y que asume la responsabilidad por su vida y por lo que en ella ocurre, que entre lo que sostiene la queja y el dolor/ o malestar gana el deseo de dar algún paso para mejorar. Nadie puede obligar a otro a cambiar, por muy hábil, por mucha fuerza que tenga y por mucho que lo ame. Cada persona debe tener un mínimo motor que le impulse a modificar una situación.
En segundo término hay que elaborar una estrategia de cambio que sea aceptable y realizable. Esta puede consistir en hacer cambios ínfimos cada día, e ir valorando como se modifica el problema en forma global o puede ser una estrategia que desde un primer momento genere un movimiento radical. Eso depende del estilo de cada persona y del apego que tenga a aquello que le perjudica.
3 comentarios en «¿Por qué nos cuesta tanto cambiar?»
Los comentarios están cerrados.