Niños y Adolescentes, II

padre-e-hijo1En el artículo anterior hablaba de la aceptación de las dificultades que trae consigo la infancia y el crecimiento. De cómo sin darnos cuenta esperamos que nuestros hijos sean felices y exitosos permanentemente y como esa expectativa complica la experiencia de la paternidad y la vida de los niños/adolescentes.

En esta ocasión hablaré de los problemas y síntomas que presentan los niños,  que van mas allá de la simple frustración por no tener el hijo perfecto o no ser los padres ideales.

Cuando los hijos o alumnos tienen verdaderas dificultades que no sabemos como solucionar

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Nens i Adolescents, com afrontar las dificultats. Part II

padre-e-hijo1En l’article anterior parlava de l’acceptació de les dificultats que comporta la infància i el creixement. De com sense adonar-nos esperem que els nostres fills siguin feliços i exitosos permanentment i com aquesta expectativa complica l’experiència de la paternitat i la vida dels nens /adolescents.

En aquesta ocasió parlaré dels problemes i símptomes que presenten els nens i que van més enllà de la simple frustració per no tenir el fill perfecte o no ser els pares ideals.

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Niños y Adolescentes, como afrontar las dificultades? parte I

manitosSolemos pensar que la infancia es, o debería ser,  un territorio libre de padecimientos, un paraíso de inocencia y alegría que se pierde con la llegada a la edad adulta. Sin embargo los que nos dedicamos a la educación, cuidado y protección y a la salud mental nos encontramos de forma constante y cada vez más, con una amplia gama de problemas y padecimientos que se presentan en la infancia y adolescencia.

Estos conflictos pueden afectar en forma intensa solo a padres, cuidadores y /o profesores que son los que toman conciencia del malestar y sufren sus consecuencias o también a los propios menores. Cada uno asimila de forma diferente el problema e intenta solucionarlo o convivir con el.

Los niños /adolescentes se enfrentan en su desarrollo con sentimientos de inadecuación,  angustia, pueden tener conductas disruptivas que van desde la inquietud a la agresividad y violencia, dificultades de aprendizaje, miedos, falta de atención, entre muchas otras.

Lo que tienen en común estas problemáticas es que sin duda ponen a prueba al adulto , causando la mayoría de las veces sensación de impotencia e incluso culpa “no he sabido hacerlo”, “ya no puedo hacer más” y por otra parte la inevitable rotulación del niño o joven  como “problemático”, “lento”,  “vago”, “corto”, “malo” y ¿porqué no? hiperactivo, diagnóstico que actualmente se extiende a cualquier niño que no se adapte a la quietud e interés   que las tareas escolares requieren. Debo remarcar que estas etiquetas que pueden parecer exageradas o de otra época,  las he escuchado en muchísimas ocasiones en el ámbito clínico y escolar y lo que es más complejo, a veces no se enuncian verbalmente pero representan el lugar que ocupa el niño en la familia o la escuela, siendo aun más efectivas. ¿Es esto un maltrato? ¿Un error de los familiares y profesores? No lo veo así, veo la etiqueta como una forma de poner nombre a la angustia e incertidumbre que produce no saber que hacer con el malestar de un niño.

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