Desde muy pequeños crecer y educarnos para vivir en sociedad implica adquirir la posibilidad de controlar. Desde nuestro cuerpo en el control de esfínteres , el tono de voz, la regulación del sueño, pasando por impulsos agresivos, hasta todo lo que vamos aprendiendo que podemos expresar incluso sentir.
Y nos sentimos mayores e independientes en la medida que podemos controlar y modificar aspectos del mundo exterior
Es imposible aprender y sociabilizarse sin renunciar a ciertos impulsos y necesidades que vamos transformando, dándoles un tiempo o una salida que sea “aceptable” para los demás y para nosotros mismos. Vamos incorporando lo que está bien y lo que está mal , incluso que está bien pensar o desear.
Vamos también incidiendo en todo lo que nos rodea y aceptando la frustración de que los demás y la realidad no siempre pueden ser modificados a nuestro antojo.
Es más, nos enfrentamos a la terrible verdad de que la vida tiene un fin, que podemos sentir y pensar cosas que no queremos y que los otros pueden defraudarnos. El ser humano se defiende de estos hechos de muchas maneras.
Que podamos controlar aspectos de nosotros mismos y del mundo exterior, no quiere decir que todo pueda ser controlable. Esto es muy difícil de aceptar para algunas personas.
El control, por suerte, nunca es total . Es absolutamente imposible que tengamos todos nuestros impulsos bajo control. Siempre hay un margen de deseos y necesidades que son personales y que escapan a toda racionalización y normativa. Tener un equilibrio entre el control de impulsos y reconocer lo que necesitamos y sentimos es fundamental para sentirnos bien y convivir en sociedad.
Por supuesto aún es mucho más inalcanzable el control sobre el mundo exterior y la realidad.
Cada día nos sorprende la vida , la gente, nuestros sentimientos, nuestros sueños, el mundo interior y exterior es variable y móvil y esto hace la vida interesante.
El problema es que frente a la angustia, la ansiedad o el miedo, se cae en la trampa de creer que existe una manera de controlar ese aspecto de la realidad o de nosotros mismos que las producen. . Se impone la necesidad de poder tener todo o casi todo bajo control.
Aprarecen así las obsesiones y la compulsiones obsesivas