Una charla con la rabia y el dolor.

Rabia y dolor son emociones que  deberíamos evitar… rechazar?tormenta

No cabe duda que tienen mala fama y que en general no se asocian a la felicidad o el  bienestar.

Todo el discurso sobre la actitud positiva frente a la vida contribuye incluso a reprimir estas emociones totalmente humanas.

La verdadera actitud positiva es aceptar nuestra rabia y nuestro dolor, establecer un dialogo interno con ellas. Encontrar su sentido y  su lugar.

Lo cierto es que tanto la rabia como el dolor emergen con más o menos intensidad en todas las personas. Aceptarlas y confiar en que son una señal necesaria para la vida, nos ayudará a transformarlas y gestionarlas adecuadamente.

Las emociones son señales que se manifiestan en experiencias físicas y cognitivas. Según las características de cada persona, algunas conectan más a nivel corporal y otras  con pensamientos e ideas.

Nos indican como estamos, que nos pasa frente a una situación. Por tanto nos orientan para actuar en consecuencia.

-Alejarnos o acercarnos de algo o de alguien.

-Defendernos o atacar frente a ciertas circunstancias.

-Retirarnos y protegernos es ocasiones.

-Entregarnos y confiar o replegarnos y observar.

.Son diferentes actitudes o conductas que tomamos guiados por nuestras emociones.

Todas las emociones son válidas, ya que están al servicio de darnos información sobre lo que nos sucede y como estamos preparados para reaccionar, aunque no siempre las gestionemos de la forma más adecuada o beneficiosa para nosotros mismos.

Sentimos rabia cuando  nos sentimos injustamente tratados, cuando los demás no actúan como esperamos, nos sentimos rabiosos, en general,  cuando el mundo no nos devuelve esa respuesta que esperamos.

La rabia es una emoción que proyecta la energía hacia afuera. Nos indica si a nuestro alrededor sucede algo de lo que necesitamos alejarnos e incluso defendernos. La rabia es provocada por algo externo, lo cual da fuerza y nos aleja de la culpa.

Es una alerta que nos pone en el centro de la escena y nos empuja a la acción. Devolver el golpe, agredir, alejarnos,  o acumularla son posibles reacciones frente a la rabia. Cuando la rabia se acumula y no se expresa se transforma en resentimiento y es posiblemente la peor gestión de la misma que podemos hacer.

“El resentimiento es un veneno que tomamos esperando que muera el otro” W. Shakeaspeare.

¿Debemos entonces estallar? ¿Atacar al objeto de nuestra rabia?

La rabia debe encontrar una salida, un cause para no estancarse y acumularse pero no suele ser la mejor opción actuar ciegamente guiados por ella.

En alguna ocasión dar un golpe sobre la mesa, o pegar unas voces puede ser adecuado y suficiente para evacuar la rabia. En general hay que ir con cuidado y es mejor en un primer momento buscar una descarga energética (caminar, correr, escribir ) que no cargue contra el otro, ya que las consecuencias pueden estar lejos de lo esperado y en lugar de terminar con la rabia la retroalimenten.

Muchas veces sentimos una gran rabia frente a una situación por una interpretación personal de hechos o palabras, esta interpretación está provocada por experiencias pasadas de nuestra vida,  que nos inducen a responder automáticamente con rabia, aunque los hechos actuales no lo justifiquen. Esto nos puede traer problemas y llevarnos a cometer errores.

Podemos sentirnos rechazados fácilmente, no valorados o agredidos no tanto por lo que sucede en realidad sino porque tenemos tendencia a sentirnos de esta manera. Hemos aprendido a protegernos con rabia cuando algo nos decepciona.

La rabia sitúa fuera de nosotros la causa del malestar y  estamos seguros de  que el otro es capaz de haber actuado de otra manera.

El dolor nos toca más intimamente, nos pone en contacto con nuestras carencias, la perdida de personas, etapas y posibilidades que no son recuperables. El dolor nos lleva a darnos cuenta que el otro, tal vez , no puede ser mejor.

El dolor nos conecta con la tristeza y puede que con la culpa y estas sensaciones nos hacen sentir más solos y responsables de lo que nos sucede.

Cuando sentimos dolor necesitamos retirarnos y curar las heridas. Es una oportunidad para darnos cuenta de que cosas valoramos realmente y que debemos cambiar para sentirnos mejor.

Frente al dolor nos sentimos vulnerables , somos más conscientes de nuestras limitaciones y hasta que punto tenemos profundas necesidades.  Por estas razones, muchas veces la rabia es más fácil de soportar y gestionar que el dolor.

Rabia y dolor se relacionan íntimamente. Experiencias muy dolorosas de nuestra vida que no fueron debidamente sanadas y aceptadas como dolorosas, generan  sensaciones de frustración y rabia frente a cualquier situación que las evoque.

Por eso es que cuando sentimos un subidón de rabia siempre es aconsejable tomarse un momento y pensar que nos duele detrás de la rabia.

Si alguien nos niega algo o nos rechaza y nos produce rabia, puede que detrás de eso sintamos que no somos válidos, o que nos cuesta reconocer que dependemos demasiado de la aprobación de los otros.  Si alguien nos miente o nos engaña, es legítimo sentir rabia y alejarse, pero lo que realmente sucede ¿no es que aquella persona ya no es quien creíamos que era? Y por tanto algo se ha perdido? Esto puede ser doloroso pero a la vez es más auténtico y sobre todo nos permite cambiar, ya que depende de nosotros, nos queda la responsabilidad de asumir estos sentimientos.

Cuando nos enfrentamos a emociones como la rabia o el dolor, antes de estallar o auto-compadecernos, invitemos a estas emociones a tener una charla con nuestra conciencia, con nuestra capacidad de darnos cuenta. Preguntemosles: ¿para que están aquí y ahora?, ¿que nos están diciendo?, ¿como podemos gestionarlas para hacernos el menor daño posible?amanece2

 Digámosle a la rabia que puede esperar, que esa energía explosiva puede calmarse sin atacar porque casi siempre acabamos atacándonos a nosotros mismos.

El dolor nos pide lugar, nos dice que lo reconozcamos y que lo sanemos, por eso debemos aceptarlo y escuchar si hay alguna necesidad afectiva que podamos gestionar , siendo tolerantes y compasivos con nosotros mismos y con los demás.